Hugo Castro

El explosivo 1.69 de altura que tiene Messi llegó ayer a su mayor nivel de su onda expansiva que ha recorrido ya más de 20 años, ser campeón del Mundial de Fútbol.

Es verdad que con Lio uno se puede convertir en un poeta para crear los elogios más portentosos, que hablen de su valor o de la magia que demostró en varios momentos en el extinto Copa Qatar 2022. Pero también, si no hubiera ganado el título, todos lo hubieran señalado con términos como “pecho frío, se achica en los momentos cruciales, ni porque te regalaron un penal, nunca consiguió la Copa y por tanto no puede estar con Pelé o el Diego”, hasta llegar al más contundente “Lio no es argentino, no puede con el peso de la albiceleste”. Y esto en cuestión de minutos.

Viendo su trayectoria en los Mundiales, a Messi se le exigió que se convirtiera en Maradona y por momentos en varios de los torneos así se convirtió, pero siempre le faltaba algo. Unos dirán que era un técnico que lo entendiera o que pusiera una alineación con sus “allegados”. Otros que los compañeros que tuvieron no le dieron la mano y por tanto él no podía con todo.

La realidad era que Messi era la antítesis del jugador argentino. A qué me refiero con esto, es muy simple, se sentía que el delantero no podía desplegar su juego porque no tenía a la mano ni a un Iniesta o a un Xavi con los que jugaba en el Barcelona, ni mucho menos a Guardiola que le diera la libertad de estar en un equipo que fuera una máquina echa a la perfección.

La mayoría querían que, con solo ponerlo en la cancha, Lio ya haría magia, pero no. En varios episodios el delantero no pudo con la responsabilidad de dar el extra para coronar a la Argentina nuevamente. Así el tsunami de críticas después de cada eliminación en la Copa Mundial era ya una costumbre y para muestra las reacciones luego de la derrota en Qatar frente a Arabia.

Pero no, Messi era un jugador diferente, no tan argentino como pudiera pensar uno, más bien catalán. Pero al salir del Barcelona se tuvo que reinventar. Llegar a París a un equipo que parece un pedazo del universo por todas las estrellas que juegan ahí. Por eso no es el mismo que jugaba en el Camp Nou y de ahí de nueva cuenta las críticas: “ya está en la última parte de su carrera y no logró levantar la Copa”.

Sin embargo, Messi poco a poco fue tomando una personalidad que se acercaba a lo que se puede considerar un jugador argentino. Sintió que posiblemente la fidelidad que debía tener ahora no era ser blaugrana o sentirse totalmente del PSG, sino que era tiempo tatuarse la albiceleste.

Luego de la conquista de la Copa América de 2021, Messi se convirtió en el capitán de un buque lleno de corsarios, piratas y personajes que no buscan la palmadita o la aceptación por sus modos correctos, al contrario. El jugador argentino va al límite en todo, algo que para muchos no les gusta. Se transforma en un animal hambriento de gloria sin medias tintas, como puede tener el mejor juego de su vida, puede sufrir la peor actuación de su carrera, pero nunca baja los brazos. No se guarda y por tanto llega a ser transgresor, porque el fútbol lo permite y porque el ser “canchero” te permite ser no amigo del reglamento sino de saber aprovechar las oportunidades.

La transfiguración de Messi para volverse en el más argentino de la selección en este torneo fue en el juego ante Países Bajos. Un duelo durísimo, en donde se le plantó al entrenador Louis Van Gaal con una celebración que fue objeto millones de comentarios críticos y al final cuando el jugador Wout Weghorst, autor de los dos goles que hicieron una remontada espectacular de Países Bajos, quiso acercarse al capitán argentino este se molestó y soltó la frase que pasará será rememorada por generaciones: “¿Que mirás, bobo? ¿Qué mirás, bobo? Andá, andá p’allá, bobo, andá p’allá”.

Este era el Messi que más necesitaba Argentina, era por el que rogaban que surgiera. Él que comandó un buque con honor y cuestionado, que fue luz y sombra. Algunos se quejarán amargamente, otros lo celebrarán, lo que sí será que Messi nunca será olvidado, porque llegó a ser el Sultán del mundo fútbol.

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