Por: Ángel Reyna

Los que manejan como mercenarios de la computación a la inteligencia artificial, creen que podrán desplazar al ser humano en la creación estética: cine, pintura, arquitectura, música, escultura y han motivado un debate académico que se desplaza hacia los medios de comunicación.

Entre las preguntas sustanciales de este diálogo entre humanismo y mecanicismo estético, están: ¿la máquina sustituirá al ser humano? ¿La máquina será capaz de tener sentimientos?

En 1975, el pintor y escultor de Valparaíso, Zacatecas, Manuel Felguérez (1928-2020) ganó la beca Guggenheim y fue investigador invitado por la Universidad de Harvard en el Laboratorio de Computación, Gráficas y análisis espacial del Centro Carpenter para las Artes Visuales, en Nueva York.

Trabajó con Mayer Sasson en el empleo de sistemas computacionales para el diseño de la creación artística.

Dibujaba propuestas que alimentaban a una computadora, le daban instrucciones, la máquina ofrecía alternativas que eran calificadas por los académicos, quienes volvían a hacer propuestas a la computadora, para que ella mejorara en sus nuevas propuestas, el arte asistido por la tecnología.

En esa época Felguérez fue profesor en la Universidad de Cornell, también en Itaca, Nueva York y daba clases en la carrera de artes plásticas de la UNAM, su director fue Mathias Goeritz.

El resultado de esta investigación sobre la relación entre arte y ciencia a través de una serie de premisas trabajadas numéricamente fue un libro que presenta 8 esculturas de metal laqueado en colores y 8 piezas híbridas de metal y pintura que resultaron del análisis de más de 200 dibujos que hizo la computadora.

En esos años, Felguérez ofreció una conferencia en el Museo de Arte Moderno de la Casa de la Cultura de Gómez Palacio, Durango, habló de esta experiencia académica, creativa y de investigación y quedó claro algo: Él tuvo el control de la creación estética.

«La máquina estética», a 48 años de distancia, es un ejemplo vigente de que el arte y la máquina pueden trabajar juntos, la máquina seguirá siempre un patrón humano.

Colofón: la desaparecida maestra de historia del arte Paulette Van Herck, nos vendió luego el libro resultado de esta experiencia de Felguérez.

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