Sandra Sierra Limones

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LA VIOLENCIA NUESTRA DE CADA DÍA

Pareciera que solo es en noviembre… De repente las instituciones lo recuerdan: las conmemoraciones son cada vez más “particulares” ahora se iluminan los edificios públicos y en el sector privado, hasta salen artículos conmemorativos en venta. El funcionariado saca todos sus outfits morados y naranjas, vitales para lucir de acuerdo a la ocasión.

En los albores de la “conmemoración” en Durango, se registran dos feminicidios: una mujer de 50 años con antecedentes de violencia, es asesinada por su todavía esposo… estaba en trámites de divorcio, esos trámites que de forma parsimoniosa las autoridades pueden hacer eternos. El otro, es de una joven de la capital que estaba desaparecida. También fue su pareja quien acabó con su vida. ¿Dos es mucho o poquito? Le preguntamos  a los gobernantes, que ya han contestado con total desfachatez que son poquitas… o le preguntamos al niño que quedó huérfano,  o a la nieta, que sabrá de su abuela solamente a través de los relatos de terceros.  ¿a quién  le creen más?

Hace pocos años, un tío de una víctima de feminicidio me comentaba: “Yo veía todo esto muy lejano, aquellas, las locas que rayaban, las que quien sabe que habrían hecho que terminaban muertas, las raras que gritaban por quien sabe cuántas cosas, nunca me importó, porque esto no te importa, hasta que te importa, esto no duele hasta que te duele…»

Los indicadores de resultados del Gobierno en estas fechas,  son por metro de listón, si es cáncer, no importan las dificultades para el diagnóstico en un país sin programas para la salud de las mujeres o  las  alternativas de tratamiento, lo importante es cuántos moñitos se entregaron. En noviembre, sí es la violencia lo que importa, es cuántas actividades se hicieron, no importa que no cambien en nada la posición o la condición de las mujeres, importa el ruido, hacer como que hago, caminatas, posicionamientos,  ciclo de cine con palomitas, zumbatones, bailes masivos, nomás los pintamos de morado. Se podrían evaluar programas, implementar protocolos, generar rutas críticas de actuación,  pero eso es en serio y eso cuesta, por eso se descarta a la primera.

Y mientras todo eso pasa, en la Laguna de Durango, las víctimas indirectas de feminicidios siguen sin certezas, de si van a poder seguir estudiando o si tienen alternativas ante la enfermedad o la discapacidad,  porque no hay fondos para la restitución de garantías, los ligeros esbozos de progreso en el ámbito municipal, se borran de un plumazo de una administración a otra, porque las mujeres son lo que menos importa, lo que importa es el ego de pensar y de sentir que “antes de mi no existía nada”.

Hay veces que la muerte nos alcanza, aunque sigamos vivas. Lo he visto en las miradas de las que pierden la esperanza, de las que sus reclamos no han sido escuchados, de las que sus gritos cada vez suenan menos, de las que ya no esperan nada…

Que este noviembre sea por ellas, por regresarlas a la vida, porque tengan la certeza que pueden confiar en nosotras, que juntas, siempre somos más fuertes y nos escuchamos más.

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