Tania Campos Canseco

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Siempre he pensado que lo más valioso de los viajes es con quién los compartes, por eso el día de hoy quiero aprovechar esta columna para enviar una felicitación por su aniversario de bodas número cuarenta y quiúbole a mis papás, quienes han viajado mucho juntos, en las buenas y en las malas, y han dejado 5 hijos y media docena de nietos como legado de su matrimonio.

Pero pasando al viaje prometido para hoy, déjame te platico de la vez que, en la mejor de las compañías, nos lanzamos a conocer Xilitla, un paraíso del surrealismo enclavado en la sierra de la Huasteca Potosina.

El viaje duró 18 horas y tres buses, el primer bus lo tomamos desde Torreón hasta Monterrey (5 horas) el segundo bus fue de Monterrey hasta Ciudad Valles, SLP (unas 10 horas más o menos), ahí nos bajamos a desayunar unas buenas enchiladas potosinas con cecina, porque había que entrar en la gastronomía del lugar y ya por último tomamos un bus de Ciudad Valles a Xilitla que se tardó unas dos horas más, aproximadamente.

Nada más poner un pie en la plaza principal del pueblito, sentíamos como si hubiéramos viajado en el tiempo hacia el pasado, engalanando la plaza principal el templo y exconvento agustino edificado en 1557, dedicado al Santo Patrono de Xilitla, San Agustín que resulta también es el santo del día que nací, y justo ese viaje lo realizamos unos días antes de mi cumpleaños, así que desde que llegamos todo pintaba más que bien.

La experiencia de estar en la selva en pleno agosto, pero a 640 metros sobre el nivel del mar, fue algo inusitada ya que a mediodía hacía calor, pero en las mañanas y en las noches se sentía fresco. Creo que de las cosas que más nos sorprendieron del propio pueblo fue encontrar tamales de 3 pesos (pequeños pero deliciosos), pan dulce y salado a 1 peso cada pieza. Para llevar en nuestras mochilas al hotel compramos un queso fresco delicioso, envuelto en hoja de plátano, pan y una mermelada de zarzamora que estaba buenísima, orgánica y lo que le sigue pues era producida localmente por los habitantes de la sierra.

Un poco odisea fue llegar al hotel que estaba a unos pasos andando del Jardín surrealista de Edward James, pero algo lejos del centro, donde nos había dejado el bus, así que decidimos tomar un taxi en la plaza principal para que nos llevara al hotel que se llama Casa Caracol, al llegar encontramos un lugar sumergido en ese reducto de la selva alta de San Luis Potosí donde además de pequeñas cabañas para dos personas, había también tipis para 6-8-10 y hasta 15 personas, una característica sobresaliente de los tipis son las pinturas que los adornan con motivos muy mexicanos.

Llegando a Casa Caracol nos recibió un “comedor surrealista” lleno de objetos como tazas, botellas, cubiertos y candelabros; de camino a nuestra pequeña cabaña nos encontramos con un jacuzzi que se antojaba muchísimo para darnos un chapuzón, una sección de hamacas que invitaban a acostarse, y por supuesto, jardines exuberantes, llenos de plantas con flores coloridas que difícilmente podríamos encontrar aquí en La Laguna.

El primer día nos lanzamos directo al Jardín Escultórico de Edward James, un individuo peculiar, de origen escocés pero que en una visita a México se quedó enamorado de los paisajes potosinos de Xilitla y ahí se dedicó a escribir poesía y a crear esculturas que se funden con el paisaje selvático.

Estar en ese lugar entre ríos, pozas, selva y esculturas surrealistas es como viajar dentro de la mente de Edward James, tratando de averiguar qué sentía, cómo llegó a ese sitio, qué significado tienen todas esas esculturas orgánicas, que en ocasiones imitan los bambúes, orquídeas y otras plantas que las rodean. Una de las esculturas que sin duda más me gustó fue la del Cinematógrafo, también llamado “La Escalera al cielo”, y los diversos dragones que van bordeando el camino de entrada al hermoso jardín.

Edward James compró en 1947 a nombre de su amigo Plutarco Gastélum una plantación de café, y la convirtió poco a poco en un lugar para una colección de orquídeas y animales salvajes como ocelotes, serpientes y flamingos, entre otros, sin embargo, en 1962 hubo una gran helada que destruyó gran parte de su plantación, y fue entonces cuando empezó la construcción de su jardín escultórico en el que colaboraron más de 150 personas.

En 1991 el Jardín abrió sus puertas al público y desde entonces se ha vuelto uno de los puntos más visitados de la Huasteca Potosina, y con justa razón, ya que cada momento pasado dentro del jardín el asombro crece más y más.

Por último, te recomiendo que en tu visita planees estar al menos un lunes, pues la gente de la sierra, productores de distintas conservas y alimentos bajan a la plaza principal del pueblo a vender sus productos. Mención especial para el café de Xilitla, realmente delicioso y para las mermeladas y conservas de frutas, especialmente las de frutos rojos como zarzamoras y frambuesas.

Regresaría a Xilitla sin dudarlo, pues además me faltaron muchísimas cosas por conocer, pero me quedo con el recuerdo de ese primer viaje especial a lado de mi persona favorita, con la cual he recorrido ya medio México y lo que nos falta.

Así que te invito a que me sigas leyendo para que junto conmigo sigas conociendo un poco de nuestro México a través de sus lugares, y del mundo a través de la música, los libros, las películas y todo lo que nos lleva a viajar con la imaginación de un sitio a otro, muchas veces, sin movernos del sofá.

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