Tania Canseco

Historia de un reloj. Hace muchos años, tantos que mi memoria no alcanza a recordar cuántos, mi papá me regaló un reloj, un hermoso Citizen Eco-Drive con una característica peculiar, su esfera era de color guinda, un reloj clásico, analógico pero de un color que me costaba trabajo pensar cómo poderlo combinar con mis atuendos, y aquí cabe mencionar que soy la persona peor combinada del mundo, de hecho en la universidad en los “premios” de la generación obtuve “La caja fuerte” por aquello de la combinación al vestir.

Con este reloj viajé muchísimo, fue mi compañero siempre, y lo que más me gustaba de él es que en más de 15 años nunca tuve que cambiarle la pila, porque era un reloj que se alimentaba de la energía lumínica, ya fuera la luz del sol o cualquier otra fuente de luz. Eso era suficiente para mantenerlo andando de forma casi perenne.

Mucha gente me veía y me preguntaba si aún usaba reloj, decían que eso era algo anticuado, mis alumnos simplemente no entendían cómo podía leer la hora en esa esfera sin números y para acabarla sin atisbo de digitalidad.

En muchas idas y venidas por avión, por carretera y hasta en lancha o barco, mi reloj fue siempre conmigo y aunque era resistente al agua evitaba siempre meterlo (no fuera a ser que se descompusiera).

Pero todo tiene su fin, también mi reloj que no necesitaba batería. Sucedió que un día mientras estaba lavando los trastes (algo que hago al menos una vez al día) metí el reloj en la bolsa de mi pantalón para evitar mojarlo. De tal suerte que al finalizar la lavada de trastes olvidé que estaba ahí.

Después el pantalón se fue a la ropa sucia, y seguí olvidando al reloj ahí. Hasta que llegó el pantalón a la lavadora, y ahí fue donde mi reloj perdió la dura batalla contra las burbujas y el agua, se le desprendió el cristal de la esfera y se le dobló un poquito el segundero.

Tantos años cuidándolo, evitando que se mojara, teniéndolo como acompañante cada vez que emprendía mi día, y de pronto todo terminó. Mi reloj perdió la batalla contra la lavadora.

Ahora sigo usando reloj, sucumbí a la moda del reloj inteligente que además de dar la hora cuenta pasos, calorías, monitorea el sueño, me recuerda tomar agua, y hasta ponerme de pie al menos una vez cada hora (no sea que me entuma), tiene cronómetro y alarma, y hasta una billetera digital, incluso me provee información del clima.

Pero yo sigo extrañando a mi reloj de esfera color guinda, sin números digitales que fue mi compañero por tantos y tantos años, por tantos y tantos viajes.

Algún día me regalaré otro Eco-Drive, pero por ahora me recuerdo que el tiempo no es tan importante como el uso que hacemos de él y las personas con quienes decidimos compartirlo.

¡Hasta la próxima!

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