Por: Ángel Reyna

REGRESAR A CHICHÉN

En 1970 visité por primera vez el Chichén Viejo (Serie inicial) en Yucatán y quedé fascinado. Había caminado algo así como 900 metros desde la explanada de la pirámide emblemática de Chichen Itzá, el Castillo y me encontré con un conjunto habitacional de élite, de los itzaes, que parecía salir de una ilustración del siglo XIX de Frederick Catherwood… la selva tragándose a la civilización maya del siglo VII.

Volví a visitar el sitio en 1979 y tuve la misma sensación ante la inmensidad del entorno ¿cómo pudieron sobrevivir en medio de esa selva? Luego supe que cerraron el acceso al público, por 35 años, para realizar labores de investigación, rescate y acondicionamiento del sitio arqueológico que es testimonio de la resiliencia humana.

Este año leí que el Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas había apresurado los trabajos para abrir la zona de Chichén Viejo, para que podamos ver las tumbas de los gobernantes, collares de turquesas, vasijas de barro, puntas de lanza, la bellísima crestería maya de los itzaes y reconocer la veneración maya por la naturaleza, la fertilidad y el universo.

También supe que la Guardia Nacional, cuando supo que la dueña del camino a Chichén Viejo cerró el paso, construyó un nuevo pasaje para los visitantes y que la hermosa plataforma de la tortuga podrá ser admirada por los miles de visitantes anuales que pagan 80 pesos por entrar y lo hacen gratis los domingos.

El presidente López Obrador ya fue a ver el Chichén Viejo restaurado, ahora abrirán paulatinamente la zona que guarda, por ejemplo, dos atlantes que soportan un dintel, o el templo de las falos.

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