- La última obra de Mozart, y una de las más trascendentales en la historia de la música clásica.
- Con la participación del Coro INMUS y los solitas, la Camerata de Coahuila ejecuta este concierto al agrado del público.
Ana Sofía Campos Frías / Torreón, Coahuila.
Transcurrió el pasado viernes 2 de diciembre en punto de las 20:30 horas cuando la Camerata de Coahuila junto al Coro INMUS presentaron en el teatro Isauro Martínez el concierto Réquiem, de W.A. Mozart, bajo la dirección del maestro Ramón Shade.
Con media hora de anticipación el patio de butacas del teatro empezaba a acumularse. Los murmullos expectantes, los instrumentos afinándose, las luces; además de la presencia de jóvenes, adultos, niños y niñas cautivados por convertiste en los cómplices y fieles escuchas de lo que la Camerata de Coahuila y el Coro INMUS habían preparado, presagiaban la emotividad de la noche.
De pronto, se anunció la tercera llamada, las luces se extinguieron y la penumbra se derramó sobre la sala para que así, los reflectores bañaran el escenario en la luminosidad que imperaría en la orquesta.
El silencio se vació, y entonces, el concertino Ismael Estevané se hizo presente al agrado de la audiencia para guiar la afinación del resto de los músicos. Instantes después, perseguido por el estallar de aplausos, el director Ramón Shade se irguió sobre el escenario y, al ejecutar el ademán característico con la batuta, dio inicio al tan hechizante concierto.
Más tarde, el numeroso coro INMUS se integró en el escenario acomodados en las gradas y, consecuentemente, los solistas; Luz Alicia Ávila, soprano y también directora del coro; la alto, Melissa Reuter; el tenor, Octavio Rivas y el bajo, José Luis Marrero aparecieron en el escenario abrazados por la admiración del público.
Réquiem, es la última creación de Mozart como encargo del conde Walsegg-Stuppach. Pero, debido al intempestivo fallecimiento del compositor, no alcanzó a culminarla; por lo que algunos de sus discípulos se encargaron de completarla y así, volverla una de las obras más trascendentales y legendarias en la historia de la música.
“Esta es una de las obras capitales de la música. Realmente es una de las obras más grandes, más complejas y maravillosas que existen. Para mí eso significa entrar a un mundo maravilloso de música, es un reto también muy grande; para el coro es muy demandante. Mozart es donde uno puede probar a todos los músicos, para mí es un gran placer y gozo hacer esta obra”,
expresó el director Ramón Shade.
El juego de notas, la sublime unificación de los sonidos, los silencios, los momentos de ímpetu y tranquilidad, además de la integración de las voces, diseñaban una arquitectura musical que mantenía a la audiencia embelesada y estremecida.
“Me da, obviamente, un poco de nostalgia porque me acuerdo de mi infancia. También por los textos, porque habla de suplicar misericordia y a la vez mucha alegría por mi fe, porque sé que la misericordia es posible; entonces se me hace muy emotivo”,
manifestó Luz Alicia Ávila, soprano y directora del Coro INMUS, acerca de las emociones que encuentra en la obra.
“Son sentimientos encontrados, porque esta aunado a la belleza de la obra. También el recuerdo de aquellos que he amado y que se han ido. Por mi parte le he dedicado mi trabajo a esas personas que significaron algo de mi vida y que siguen estando en mi corazón. Precisamente es una obra para recordarlos”,
expresó Fernando Guijarro Mora, músico integrante.
Al finalizar el último acorde los aplausos y clamores vibraron en el recinto. Los miembros de la Camerata de Coahuila, el Coro INMUS, los solistas y el director, Ramón Shade se mantuvieron erguidos y ejecutaron reverencias de agradecimiento al público. Entonces las personas fueron abandonando el teatro, manteniendo conversaciones animadas y con los rostros dichosos de haber sido testigos de una noche coronada por una concierto inolvidable.
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