• El Bosque Venustiano Carranza es el corporativo de los Médicos de la Risa.
  • Todos los miembros son altamente capacitados, para enfrentar las situaciones difíciles que se viven en los hospitales.

Por Luz Hernández / Torreón, Coahuila.

Fotos de Liliana Ramírez.

En los interiores del Bosque Venustiano Carranza, sobre la avenida Juárez y entre las sombras de los árboles, está el corporativo en el que domingo a domingo se reúnen por la mañana un grupo de médicos muy particulares.

Llegan desde temprano con sus impecables batas blancas que contrastan con sus narices coloradas, esas que representan su corazón. El que se requiere para participar en su noble voluntariado.

Una labor altruista que están realizando desde hace 18 años. Nacieron en el 2006, cuando un grupo de jóvenes laguneros recibió un diplomado de teatro y técnicas clown, con un tallerista internacional que ya hacía payaso humanitario.

No es lo mismo que los payasos que participan en fiestas, ellos tienen el propósito claro de llevar alegría a las personas vulnerables que los necesitan, especialmente en los hospitales.

Así que interesados y todavía más inquietos, estos jóvenes comenzaron a buscar mayores herramientas y capacitaciones, para así empezar con un voluntariado de payasos humanitarios en la región. Así nacieron los Médicos de la Risa de La Laguna.

“Ellos hacen su primera visita un 30 de abril, por eso es nuestro aniversario”, comenta la doctora Pechocha, coordinadora de estos divertidos doctores.

Esa primera visita fue para los hijos de las personas privadas de la libertad en el Centro de Reinserción Social (CERESO). Y aquí los doctores se dieron cuenta del enorme desafío que se convierte el regalar alegría. 

“El reto para mí ha sido el poder dejar ese granito de arena y de felicidad a quienes lo necesitan porque te encuentras con situaciones difíciles”, platica la doctora Simpa-tía.

Cada uno tiene sus problemas y atraviesan por cosas distintas, pero todos estos doctores coinciden sus problemas, se ven menos grandes cuando se enfrentan a la enfermedad que viven sus pacientitos.

Es una dura realidad la que enfrentan estos doctores, en las que de un momento a otro, de una habitación a otra, en el lugar en el que dejaron sonrisas, sucede una emergencia y alguno de los pequeños se va, dejando un ambiente triste y a unos papás desconsolados.

“En ocasiones nada más nos resta llegar y compartir un abrazo”, dice el doctor Chip cuando termina de contar el momento en el que le fue más difícil ser un médico de la risa.

Por esas razones, para estos doctores expertos en salud alegre, es imprescindible que reciban al menos dos capacitaciones al año en temas de psicología y tanatología.

“Son obligatorias porque nos ayudan a nosotros para afrontar este tipo de situaciones”, explica el doctor Gus Gus.

Pero, también reciben formación que los vuelve especialistas en malabares, risoterapia, yoga de la risa e improvisación, para traer salud, alegría y paz a través de las carcajadas. 

“Es muy bonito poder compartir algo de ti”, cuenta la doctora Alita mientras todos se comienzan a preparar y el corporativo va cobrando vida.

El doctor Copetín es el encargado de poner la música, y de pronto desde la bocina los alegra el Chipi chipi, chapa chapa, dubidubi, dabadaba, mágico mi dubidubi boom, boom, boom, boom.

Ya la doctora Pechocha se acomoda su diadema, la doctora Alita se pone su corona de flores y la doctora Simpa-tía se amarra sus moños. Mientras que el doctor Chip se acomoda su bata y el doctor Gus Gus se cuelga su collar más hawaiano.

“Muchos niños no esperan que seas perfecto o que te queden las cosas preciosas, hermosas, ellos son contentos con lo que tú les ofreces”, opina el doctor Chiqui ya con su cachucha de Jake, el perro y su bata llena de parches de distintos personajes.

Lo dice porque en una visita que tuvieron al Centro de Rehabilitación Infantil Teletón (CRIT) en Gómez Palacio, sacó su faceta más artística y le hizo pinta caritas a los niños, no con dibujos muy bonitos en propias palabras del doctor Chiqui.

A uno de ellos le dibujó un Sonic, una obra con la que ni la mamá ni el doctor estaban muy conformes, pero cuando el niño vio cómo quedó se puso contento a correr como Sonic.

Antes de que los médicos de la risa se dividan en grupos para asistir a distintos hospitales de La Laguna, forman un círculo para hacer su tradicional regadera. Simulan que se bañan y se sacuden las malas vibras, los problemas y las cosas tristes.

Luego levantan esas cosas del suelo y las rompen contra el piso, al coro de un ae ae ae ae ae ea, y como con una no es suficiente, repiten el ejercicio por lo que se les haya quedado y las destruyen con un yuju yuju. 

Casi están listos para partir, antes tendrán que cantar su porra “Compartiendo sonrisas, alegrando corazones” y pasarán algunos minutos para tomarse fotos y grabar unos cuantos vídeos que subirán a las redes sociales, en Facebook, Instagram y TikTok, de los Médicos de la Risa de La Laguna.

Y entonces se trasladan a la Unidad Médica de Alta Especialidad (UMAE) No. 71 y al Hospital General de Gómez Palacio a repartir alegría.

“En realidad no traemos como un guion plano, sino esa capacidad que tenemos nosotros de improvisar de acuerdo con las condiciones del paciente”, aclara el doctor Copetín.

Llegarán otra vez al corporativo cuando se acerque la una de la tarde, para con otra regadera dar por terminado el domingo de voluntariado.

Además, ahora que son mayores de edad, invitan a más personas a participar en el proceso de selección para formar parte de Médicos de la Risa. Los requisitos para pertenecer a este voluntariado son:

“Dar tu corazón, tu felicidad, tu tiempo, que tengan el corazón, la actitud, la alegría y el ser empáticos con la gente”, concluye la doctora Simpa-tía.

Los interesados tienen hasta el 20 de mayo para pedir informes a través de las redes sociales, y buscar tener un lugar entre estos doctores.

Para aquellos que deseen colaborar pero no puedan participar como médico de la risa, también pueden ayudar donando batas de color blanco en buenas condiciones para los voluntarios.

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